Hola mis queridos lectores, en el
transcurso de estas semanas estaré publicando los principios básicos y
primordiales para la vida, espero les guste y sea de su agrado.
EL PERGAMINO NÚMERO UNO
Hoy
comienzo una nueva vida. Hoy mudaré mi viejo pellejo que ha sufrido, durante
tanto tiempo, las contusiones del fracaso y las heridas de la mediocridad. Hoy
nazco, de nuevo y mi lugar de nacimiento es una viña donde hay fruto para
todos. Hoy cosecharé uvas de sabiduría de las vides más altas y cargadas de
fruta de la viña, porque éstas fueron plantadas por los más sabios de mí
profesión que han venido antes que yo, de generación en generación. Hoy
saborearé el gusto de las uvas frescas de las vides, y ciertamente me «tragaré
la semilla del éxito encerrada en cada una y una nueva vida retoñará dentro de
mí. La carrera que he escogido está repleta de oportunidades, y al mismo tiempo
está llena de angustia y desesperación, y los cadáveres de aquellos que han
fracasado, si se los pusiera uno encima del otro, proyectarían su sombra por
encima de todas las pirámides de la tierra. Y sin embargo no fracasaré como los
otros, puesto que en mis manos sostengo las cartas de marear que me guiarán a
través de corrientes peligrosas hasta las playas que sólo ayer me parecían un
sueño. El fracaso no será mi recompensa por la lucha. Así como la naturaleza no
ha hecho provisión alguna para que mi cuerpo tolere el dolor, tampoco ha hecho
provisión para que mi vida sufra el fracaso. El fracaso, como el dolor, es
ajeno a mi vida. En el pasado lo acepté como acepté el dolor. Ahora lo rechazo
y estoy preparado para abrazar la sabiduría y los principios que me sacarán de
las sombras para internarme en la luz resplandeciente de
la riqueza, la
posición y la
felicidad, muy superiores
a mis más extravagantes sueños hasta que aún las
manzanas de oro en el jardín de las Hespérides no parecerán otra cosa que mi
justa recompensa. El tiempo le enseña todas las cosas a aquel que vive para
siempre, pero no puedo darme el lujo de la eternidad. Y sin embargo dentro del
tiempo que se me ha asignado debo practicar el arte de la paciencia, porque la
naturaleza no procede jamás con apresuramiento. Para crear el olivo, el rey de
todos los árboles, se requieren 100 años. Una planta de cebolla es vieja
después de 9 semanas. He vivido como una planta de cebolla. Pero no he estado
conforme con ello. Ahora quisiera ser el más grande de los árboles de olivo, y
en realidad el más grande de los vendedores. ¿Y cómo lo lograré? Porque no
tengo ni los conocimientos ni la experiencia para alcanzar la grandeza, y ya he
tropezado en ignorancia y caído en el charco de la compasión por mí mismo. La
respuesta es sencilla. Comenzaré mi viaje sin el estorbo de los conocimientos
innecesarios o la desventaja de una experiencia carente de significado. La
naturaleza me ha proporcionado ya el conocimiento y el instinto muy superiores
a los de cualquier bestia en el bosque; y a la experiencia se le ha asignado un
valor exagerado, especialmente por los viejos que asienten sabiamente con la
cabeza y hablan estúpidamente. En realidad la experiencia enseña
sistemáticamente, y sin embargo su curso de instrucción devora los años del hombre
de manera que el valor de sus lecciones disminuye con el tiempo necesario para
adquirir su sabiduría especial. Y al final se ha malgastado en hombres que han
muerto. Además, la experiencia se compara con la moda. Una acción o medida que
tuvo éxito hoy será irresoluble e impráctica mañana. Solo los principios
perduran y éstos poseo, porque las leyes que me conducirán a la grandeza
figuran en las palabras de estos pergaminos. Me enseñarán más a evitar el
fracaso que a alcanzar el éxito, porque ¿qué es el éxito sino un estado mental?
¿Qué dos personas, entre mil sabios, definirán el éxito con las mismas
palabras?
Publico
un artículo cada semana sobre temas de desarrollo personal y espero que este
haya sido de su agrado. (Estos escritos
pertenecen al autor Og Mandino)
SEGUNDA
PARTE DEL PERGAMINO NÚMERO UNO.
Estado
mental? ¿Qué dos personas, entre mil sabios, definirán el éxito con las mismas
palabras?
Y sin
embargo el fracaso
se describe siempre
de la misma
forma. El fracaso
es la incapacidad del hombre de alcanzar
sus metas en la vida, cualesquiera que sean. En realidad, la única diferencia
entre aquellos que han fracasado y aquellos que han tenido éxito reside en la diferencia
de sus hábitos. Los buenos hábitos son la clave de todo éxito. Los malos
hábitos son la puerta abierta al fracaso. De manera entonces que la primera ley
que obedeceré, y que precede a todas las otras es la siguiente: Me formaré
buenos hábitos, y seré el esclavo de esos hábitos. Cuando era niño, era esclavo
de mis impulsos, ahora soy esclavo de mis hábitos, como lo son todos los hombres
crecidos. He rendido mi libre albedrío a los años de hábitos acumulados y las
acciones pasadas de mi vida han señalado ya un camino que amenaza aprisionar mi
futuro. Mis acciones son gobernadas por el apetito, la pasión, el prejuicio, la
avaricia, el amor, temor, medio ambiente, hábitos, y el peor de estos tiranos
es el hábito. Por lo tanto si tengo que ser esclavo de los hábitos, que sea
esclavo de los buenos hábitos. Los malos hábitos deben ser destruidos y nuevos
surcos preparados para la buena semilla. Adquiriré buenos hábitos y me
convertiré en su esclavo. ¿Y cómo realizaré esta difícil empresa? Lo haré por medio
de estos pergaminos, porque cada uno contiene un principio que desalojará de mi
vida un hábito malo y lo reemplazará con uno que me acerque al éxito. Porque
hay otra ley de la naturaleza que dice que sólo un hábito puede dominar a otro.
De manera que para que estas palabras escritas cumplan la tarea para la cual han
sido designadas, debo de disciplinarme a mí mismo y adquirir el primero de mis
nuevos hábitos que es el siguiente: Leeré cada pergamino durante 30 días en
esta forma prescrita, antes de proceder a la lectura del pergamino siguiente. Primero,
leeré las palabras en silencio cuando me levanto por la mañana. Luego leeré las
palabras en silencio después de haber participado de la comida del mediodía.
Finalmente leeré las palabras de nuevo antes de acostarme al finalizar el día,
y aún más importante, en esta oportunidad leeré las palabras en alta voz. Al
día siguiente repetiré este procedimiento, y continuaré de esta manera durante
30 días. Luego empezaré el siguiente pergamino y repetiré este procedimiento durante
otros treinta días. Continuaré de esta forma hasta que haya vivido con cada uno
de los pergaminos durante 30 días y mi lectura se haya convertido en hábito. ¿Y
qué realizaré mediante este hábito? Reside aquí el secreto oculto de todas las
realizaciones del hombre. Al repetir diariamente las palabras, se convertirán
pronto en parte integral de mi mente activa, pero aún más importante, se
filtrarán también hasta la otra mente mía, ese misterioso venero que nunca
duerme, que crea mis sueños, y con frecuencia me hace proceder en una forma que
no comprendo. A medida que las palabras de estos pergaminos son absorbidas por
mi misteriosa mente, comenzaré a despertar, todas las mañanas, con una
vitalidad que no he conocido nunca. Mi vigor aumentará, mi entusiasmo se
acrecentará, mi deseo de enfrentarme con el mundo dominará a todos los temores
que antes me asaltaban al amanecer, y seré más feliz de lo que jamás había
pensado que fuese posible en este mundo de luchas y de dolor. Finalmente,
descubriré que reacciono ante todas las situaciones que me confrontan como los
pergaminos me ordenaron que reaccionara, y pronto estas acciones y reacciones
serán fáciles de realizar, porque todo acto se hace fácil con la práctica. De
manera entonces que nacerá un hábito nuevo y bueno, porque cuando un acto se
hace fácil mediante la repetición
constante se convierte
en un placer
realizarlo, y si
es un placer
realizarlo corresponde a la naturaleza del hombre el realizarlo con
frecuencia. Cuando lo hago con frecuencia se convierte en un hábito y yo me (continuará)
Publico
un artículo cada semana sobre temas de desarrollo personal y espero que este
haya sido de su agrado. (Estos escritos pertenecen al autor Og Mandino).
TERCERA PARTE DEL PERGAMINO NÚMERO UNO.
Se
convierte en un hábito y yo me convierto en su esclavo y puesto que éste es un
buen hábito, ésta es mi voluntad. Hoy comienzo una nueva vida. Y me hago un
solemne juramento de que nada retardará el crecimiento de mi nueva vida. No
interrumpiré ni un día estas lecturas porque el día que pierda no podrá
recobrarse jamás ni podré substituirlo por otro. No debo interrumpir, no
interrumpiré este hábito de la lectura diaria de estos pergaminos, y en
realidad, los pocos momentos que pase todos los días en este nuevo hábito serán
un precio insignificante que tendré que pagar por la felicidad y el éxito que
serán míos. Y mientras leo y releo las palabras de los pergaminos siguientes,
no permitiré jamás que la brevedad de cada pergamino ni la simplicidad de sus palabras
me lleven a tratar livianamente el mensaje del pergamino. Miles de uvas se
prensan para llenar una botella de vino y el hollejo y la pulpa son arrojados a
los pájaros. Así es con estas uvas de sabiduría de los siglos. Mucho se ha
filtrado y arrojado a los vientos. Solo la verdad pura yace destilada en las
palabras que vendrán. Beberé según las instrucciones y no derramaré ni una
gota. Y la semilla del éxito ingeriré. Hoy mi viejo pellejo se ha vuelto como
polvo. Caminaré erguido entre los hombres y no me reconocerán, porque hoy soy
un nuevo hombre, con una nueva vida.
EL PERGAMINO NÚMERO DOS
Saludaré
este día con amor en mi corazón. Porque éste es el secreto más grande del éxito
en todas las empresas. La fuerza muscular podrá partir un escudo y aún destruir
la vida, pero sólo el poder invisible del amor puede abrir el corazón del
hombre, y hasta que no domine este arte no seré más que un mercachifle en el mercado.
Haré del amor mi arma más poderosa y nadie a quien yo visite podrá defenderse
de su fuerza. Podrán contradecir mi
razonamiento; podrán desconfiar
de mis discursos;
podrán desaprobar mi manera de vestir; podrán rechazar mi rostro; y
hasta podrán sospechar de mis ofertas especiales; y sin embargo mi amor les
derretirá el corazón, a igual que el sol cuyos rayos entibian la más fría
arcilla. Saludaré este día con amor en mi corazón. ¿Y cómo lo haré? De aquí en
adelante contemplaré todas las cosas con amor y naceré de nuevo. Amaré al sol porque
me calienta los huesos; pero también amaré la lluvia porque purifica mi
espíritu. Amaré la luz porque me señala el camino; pero también amaré la
oscuridad porque me enseña las estrellas. Acogeré la felicidad porque
engrandece mi corazón; pero también soportaré la tristeza porque descubre mi
alma. Reconoceré la recompensa
porque constituye mi
pago; pero también
daré acogida a
los obstáculos porque constituyen
para mí un desafío. Saludaré este día con amor en mi corazón. ¿Y cómo hablaré?
Elogiaré a mis enemigos y se convertirán en amigos míos. Animaré a mis amigos y
se volverán mis hermanos. Ahondaré siempre en busca de razones para elogiar;
nunca me allanaré a buscar excusas para el chisme. Cuando sienta la tentación
de criticar, me morderé la lengua; cuando me sienta inspirado a elogiar, lo proclamaré
a los cuatro vientos. ¿No sucede que los pájaros, el viento, el mar y la
naturaleza toda hablan con la música de la alabanza para su creador? ¿No puedo
acaso hablar con la misma música a sus hijos? De aquí en adelante recordaré
este secreto que cambiará mi vida. Saludaré este día con amor en mi corazón. ¿Y cómo
procederé? Amaré a
todas las clases
de hombres porque
cada uno tiene cualidades dignas de ser admiradas
aunque quizá estén ocultas. Derribaré la muralla de sospecha y de odio que han
construido alrededor de sus corazones, y en su lugar edificaré puentes para
llegar por ellos a sus almas. Amaré al que tiene ambiciones porque podrá
inspirarme; amaré a los que han fracasado porque pueden enseñarme. Amaré a los
reyes porque son solo humanos; amaré a los humildes porque son divinos. Amaré a
los ricos porque sufren la soledad; amaré a los pobres porque son tantos. Amaré
a los jóvenes por la fe a que … (continuará)
Amaré
a los jóvenes por la fe a que se aferran; amaré a los ancianos por la,
sabiduría que comparten. Amaré a los hermosos por sus ojos de tristeza; amaré a
los feos por sus almas saturadas de paz. Saludaré este día con amor en mi
corazón. ¿Pero cómo reaccionaré ante la conducta de los demás? Con amor. Porque
así como el amor es el arma con la que me propongo abrir el corazón del hombre,
el amor es también mi escudo para resistir los dardos de odio y las lanzas de
ira. La adversidad y el desánimo azotarán cual huracán mi nuevo escudo, hasta
quedar finalmente reducidos a fina lluvia. Mi escudo me protegerá en el
mercado, me sostendrá cuando estoy solo. Me estimulará en momentos de desánimo,
pero también me calmará en épocas de gozoso transporte. Con el uso se
fortalecerá y me protegerá cada vez más, hasta que un día lo pondré a un lado y
caminaré sin estorbos entre todos los hombres, y cuando lo haga, mi nombre será
enarbolado bien alto en la pirámide de la vida. Saludaré este día con amor en mi
corazón. ¿Y cómo me enfrentaré con las personas con quienes me encuentro? De
una sola manera. En silencio y en mi fuero interno me dirigiré a él y le diré
que le amo. Aunque dichas en silencio estas palabras se reflejarán en mis ojos,
serenarán mi frente, harán que una sonrisa se asome a mis labios, y harán eco
en mi voz; y su corazón se abrirá. ¿Y quién es aquel que se negará a comprar
mis mercancías cuando en su corazón sienta mi amor? Saludaré este día con amor
en mi corazón. Y principalmente me amaré a mí mismo. Porque cuando lo hago,
vigilaré celosamente todo lo que entra en mi cuerpo, mi mente, mi alma y mi
corazón. Nunca jamás mimaré los apetitos de la carne, sino que más bien trataré
mi cuerpo con limpieza y moderación. Nunca permitiré que mi mente sea atraída
por el mal y la desesperación, sino que más bien la estimularé con los
conocimientos y la sabiduría de los siglos. Nunca le permitiré a mi alma que se
vuelva complaciente y satisfecha; por el contrario la alimentaré con la
meditación y la oración. No permitiré nunca que mi corazón se empequeñezca o se
amargue; sino más bien lo compartiré y crecerá y alegrará la tierra. Saludaré
este día con amor en mi corazón. De aquí en adelante amaré a toda la humanidad.
Desde este momento todo el odio ha sido extraído de mis venas porque no tengo
tiempo para odiar, sólo tengo tiempo para amar. Desde este momento doy el
primer paso requerido para convertirme en un hombre entre los hombres. Con amor
aumentaré mis ventas en un ciento por ciento y me convertiré en un gran
vendedor. Aunque no posea otras cualidades, puedo alcanzar el éxito con el amor
solo. Sin el amor fracasaré aunque posea todos los conocimientos y habilidades
del mundo. Saludaré este día con amor, y tendré éxito.
PERGAMINO NÚMERO TRES
Persistiré
hasta alcanzar el éxito. En el Oriente los toros jóvenes son puestos a prueba
en cierta forma para la corrida en la plaza. Estos toros son traídos a la plaza
y se les deja atacar al picador que los pica con una lanza. La bravura de cada
toro se calcula entonces con cuidado, según las veces que demostró su
disposición de embestir a pesar de la picadura de la lanza. De aquí en adelante
reconoceré que todos los días la vida me pone a prueba en igual forma. Si persisto,
si sigo probando, si continúo embistiendo alcanzaré el éxito. Persistiré hasta
alcanzar el éxito. En este mundo no nací en derrota, ni el fracaso corre por
mis venas. No soy una oveja que espera ser aguijoneada por el pastor. Soy un
león y me niego a hablar, a caminar o a dormir con las ovejas. Me abstendré de
escuchar a aquellos que lloran y se quejan, porque la enfermedad es contagiosa.
Que ellos se unan a las ovejas. El matadero del fracaso no es mi destino. Persistiré
hasta alcanzar el éxito. Los premios de la vida se encuentran al fin de cada
jornada, y no cerca del comienzo, y no me corresponde a mí saber
cuántos pasos son
necesarios a fin
de alcanzar mi
meta. Puede aún sobrecogerme el fracaso al dar mi
milésimo paso, y sin embargo quizá el éxito se oculte detrás del siguiente
recodo del camino. Jamás sabré cuan cerca estoy del éxito a menos que doble la
curva. Siempre daré un paso más. Si ése no es suficiente daré otro y aún otro.
En realidad, un paso por vez no es muy difícil. Persistiré hasta alcanzar el
éxito. De aquí en adelante consideraré el esfuerzo de cada día como un golpe de
la hoja del hacha contra un … ( CONTINUARÁ).
Publico
un artículo cada semana sobre temas de desarrollo personal y espero que este
haya sido de su agrado. (Estos escritos pertenecen al autor Og Mandino).
SEGUNDA PARTE DEL PERGAMINO NÚMERO TRES
Hacha
contra un poderoso roble. El primer golpe quizá ni cause temblor en el árbol,
ni el segundo ni el tercero. Cada golpe en sí mismo quizá
sea insignificante y al parecer
sin consecuencia. Y sin embargo
como resultado de golpes endebles, el roble finalmente se tumbará. Y así
será con mis esfuerzos de hoy. Se me comparará con las gotas de lluvia que
finalmente se llevan la montaña; la hormiga que devora al tigre; la estrella
que ilumina la tierra; el esclavo que construye una pirámide. Edificaré mi castillo
usando un ladrillo por vez porque yo sé que los pequeños intentos, repetidos,
completarán cualquier empresa. Persistiré hasta alcanzar el éxito. Jamás
aceptaré la derrota y borraré de mi vocabulario palabras o frases como
abandono, no puedo, imposible, irrealizable, improbable, fracaso, impráctico,
sin esperanzas y retirada; porque son palabras de necios. Huiré de la
desesperación, pero si esta enfermedad de la mente me atacara, seguiría
trabajando en medio de la desesperación. Trabajaré y aguantaré. Pasaré por alto
los obstáculos que se yerguen a mis pies, y mantendré los ojos fijos en las
metas por encima de mi cabeza, porque sé que donde termina el árido desierto,
crece la verde vegetación. Persistiré hasta alcanzar el éxito. Recordaré la
antiquísima ley de los promedios y la adaptaré para mi beneficio. Persistiré
con la convicción de que cada vez que fracase en una venta, aumentarán las
posibilidades de éxito en la tentativa siguiente. Toda vez que escuche un no,
me aproximará al sonido de un sí. Toda vez que me encuentre con una mirada de
desaprobación recordaré que sólo me prepara para la sonrisa que hallaré después.
Cada desventura que me sobrevenga contendrá en sí la semilla de la buena suerte
del mañana. Debo contemplar la noche para apreciar el día.
Debo
fracasar con frecuencia para tener éxito una sola vez. Persistiré hasta
alcanzar el éxito. Persistiré,
persistiré y persistiré
de nuevo. Cada
obstáculo que se
me presente, lo consideraré como un mero rodeo en el
camino que me lleva a la meta, y un desafío a mi profesión. Persistiré y
desarrollaré mis habilidades como el marino desarrolla las suyas, aprendiendo a
dominar la furia de cada tormenta. Persistiré hasta alcanzar el éxito. De aquí
en adelante, aprenderé y aplicaré otro secreto de aquellos que sobresalen en su
trabajo. Cuando haya terminado el día, sin tener en cuenta si ha sido un éxito
o fracaso, procuraré realizar una venta más. Cuando mis pensamientos inviten a
mi cansado cuerpo a retornar a la casa, resistiré la tentación de hacerlo.
Trataré de realizar una venta más. Haré un intento más de cerrar el día con una
victoria, y si ese intento fracasa haré otro. No permitiré jamás que ningún día
termine en fracaso. De esta manera plantaré la semilla del éxito del mañana y lograré
una ventaja insuperable
sobre aquellos que
cesan de trabajar
a una hora proscripta. Cuando otros ponen fin a la
lucha, la mía habrá comenzado, y mi cosecha será amplia. Persistiré hasta
alcanzar el éxito. Ni permitiré tampoco que los éxitos del ayer me hagan caer
en el sopor de la complacencia del hoy, puesto que ésta es el gran fundamento
del fracaso. Me olvidaré de los acontecimientos del día que ha pasado, ya
fuesen buenos o malos, y saludaré el nuevo día con confianza de que éste será
el mejor día de mi vida. Mientras haya hálito en mí, persistiré. Porque ahora
sé uno de los grandes principios del éxito; si persisto lo suficiente alcanzaré
la victoria. Persistiré, alcanzaré la victoria. … (CONTINUARÁ).
Publico
un artículo cada semana sobre temas de desarrollo personal y espero que este
haya sido de su agrado. (Estos escritos pertenecen al autor Og Mandino).
EL PERGAMINO NÚMERO CUATRO
Hoy
el milagro más grande de la naturaleza. Desde el comienzo del mundo, nunca ha
existido otro con mi mente, mi corazón, mis ojos, mis oídos, mis manos, mi
cabello, mi boca. Nadie ha podido, ni puede ni podrá caminar y andar y moverse
y pensar exactamente como yo. Todos los hombres son hermanos míos y sin embargo
soy diferente de cada uno de ellos. Soy una criatura única. Soy el milagro más
grande de la naturaleza. Aunque figuro en el reino animal, lo animal solo no me
satisfará. Dentro de mí arde una llama que ha pasado a través de incontables
generaciones, y su calor constituye un constante incentivo para mi espíritu de
ser mejor de lo que
soy y lo seré. Avivaré
esta llama de la disconformidad y
proclamaré mi singularidad ante
el mundo. Nadie puede manejar el pincel ni el cincel como yo; nadie puede
imitar exactamente mi caligrafía; nadie podrá engendrar a mi hijo y en realidad
nadie tiene la habilidad de vender exactamente como yo. De aquí en adelante, me
aprovecharé de esta diferencia puesto que es un factor que debo promover hasta
lo sumo. Soy el milagro más grande de la naturaleza. No haré más intentos vanos
de imitar a otros. En cambio exhibiré mi singularidad en el mercado. La proclamaré,
sí la venderé. Comenzaré ahora a acentuar mis diferencias; a ocultar mis
similitudes. Así también aplicaré este principio a las mercancías que vendo. Un
vendedor y su mercancía, diferente de todos los demás, y orgulloso de la
diferencia. Soy un ser único de la naturaleza. Soy una cosa rara, y existe
valor en todo lo raro; por lo tanto soy de valor. Soy el resultado de miles de
años de progreso; por lo tanto estoy mejor equipado, tanto mental como
corporalmente, que todos los emperadores y sabios que me precedieron. Pero mi
habilidad, mi mente, mi corazón y mi cuerpo se estancarán, se corromperán y
morirán a menos que les dé buen uso. Tengo un potencial ilimitado. Empleo solo
una pequeña porción de mi cerebro; ejercito solo una ínfima porción de mis
músculos. Puedo mejorar en un ciento por ciento más mis éxitos de ayer, y esto
haré, a comenzar desde hoy. Nunca jamás quedaré satisfecho con los éxitos del
ayer, ni me entregaré tampoco a la alabanza personal por hechos que en realidad
son demasiado pequeños para aún ser reconocidos. Puedo realizar mucho más de lo
que he realizado y lo haré, porque ¿por qué razón el milagro que me produjo debe
terminar con mi nacimiento? ¿Por qué no puedo extender ese milagro a mis hechos
de hoy? Soy el milagro más grande de la naturaleza. No estoy de casualidad en
esta tierra. Estoy aquí con un propósito, y ese propósito es crecer hasta
convertirme en montaña, y no encogerme hasta parecer un grano de arena. De aquí
en adelante concentraré todos mis esfuerzos a transformarme en la montaña más
elevada de todas, y exigiré a mi potencial hasta que me pida tregua. Acrecentaré
mis conocimientos de la humanidad, de mí mismo, y de las mercancías que venda,
de manera que mis ventas se multiplicarán. Practicaré y mejoraré y puliré las
palabras que pronuncio para vender mis mercancías, porque éste es el cimiento
sobre el cual edificaré mi carrera y nunca me olvidaré que muchos han alcanzado
grandes riquezas y éxito mediante un solo discurso de ventas pronunciado con
excelencia. Asimismo procuraré constantemente mejorar mis modales y atractivos,
puesto que son el azúcar hacia la cual todos son atraídos. Soy el milagro más
grande de la naturaleza. Concentraré todas mis energías a hacer frente al
desafío del momento, y mis actos contribuirán a que me olvide de todo lo demás.
Los problemas de mi casa los dejaré en casa. No pensaré en mi familia cuando
estoy en el mercado,
porque esto ensombrecerá
mis pensamientos. De
igual manera los problemas inherentes al mercado serán
dejados en el mercado y no pensaré en mi profesión cuando estoy en mi casa,
puesto que esto apagará mi amor. No hay lugar en el mercado para mi familia, ni
hay lugar tampoco en mi casa para el mercado. Divorciaré al uno del otro y de
esta manera permaneceré unido a ambos. Deben permanecer separados o morirá mi
carrera. Esta es la paradoja de los siglos. Soy el milagro más grande de la
naturaleza. Se me han dado ojos para que vea y una mente para que piense y
ahora sé un gran secreto de la vida porque percibo por fin que todos mis
problemas, mis desánimos y sufrimientos son en realidad grandes oportunidades
veladas. Nunca me engañaré por el disfraz que lleven, porque mis ojos están
abiertos. Miraré más allá del disfraz y no seré engañado. Soy el milagro más
grande de la naturaleza. Ni las bestias, ni las plantas, ni el viento, ni la
lluvia, ni las rocas, ni los lagos tuvieron el mismo comienzo que yo, porque
fui concebido con amor y traído a este mundo con un propósito. En el pasado no
consideré esta verdad, pero desde ahora en adelante le dará forma a mi vida y
la guiará. Soy el milagro más grande de la naturaleza.
Publico
un artículo cada semana sobre temas de desarrollo personal y espero que este
haya sido de su agrado. (Estos escritos pertenecen al autor Og Mandino).
EL PERGAMINO NÚMERO CINCO
Viviré
este día como si fuese el último día de mi vida. ¿Y qué haré con este último
día de valor incalculable que me queda? Primero, sellaré el contenido de la
vida de manera que ni una gota se derrame sobre la arena. No perderé ni un
momento siquiera en lamentarme por las desgracias del ayer, las derrotas del
ayer, los sufrimientos del ayer, porque ¿por qué debo desperdiciar lo que es
bueno en lo malo? ¿Puede la arena deslizarse hacia arriba en el reloj? ¿Saldrá
el sol donde se pone y se pondrá donde sale? ¿Puedo vivir de nuevo los errores
del ayer y corregirlos? ¿Puedo hacer que retornen las heridas del ayer y
sanarlas? ¿Puedo volverme más joven que ayer? ¿Puedo desdecirme del mal que he
hablado, anular los golpes que he asestado, el dolor que he provocado? No, el
ayer ha quedado sepultado para siempre y no pensaré más en él. Viviré hoy como
si fuera el último día de mi existencia. ¿Y qué haré entonces? Olvidándome del
ayer, no pensaré tampoco en el mañana. ¿Por qué arrojaré el ahora detrás del
quizá? ¿Puede la arena del mañana correr por el reloj antes que la de hoy?
¿Nacerá el sol dos veces esta mañana? ¿Puedo realizar las tareas del mañana
mientras me hallo en la senda del hoy? ¿Puedo poner el oro del mañana en la
bolsa del hoy? ¿Puede el niño del mañana nacer hoy? ¿Puede la muerte que se
producirá mañana proyectar hacia atrás su sombra y oscurecer el gozo de hoy?
¿Debo preocuparme de acontecimientos que quizá nunca contemple? ¿Debo
atormentarme con problemas que tal vez nunca ocurran?
¡No!
El mañana yace sepultado con el ayer, y no pensaré más en él. Viviré este día
de mi existencia. Este día es todo lo que tengo, y estas horas son ahora mi
eternidad. Saludo este amanecer con exclamaciones de gozo, como un preso a
quien se le conmuta la sentencia de muerte. Elevo mis brazos con agradecimiento
por este don inapreciable de un nuevo día. Así también me golpearé el pecho con
gratitud al considerar a todos los que saludaron la salida del sol del ayer y
que hoy no figuran entre los vivos. Soy en realidad un hombre afortunado, y las
horas de hoy Constituyen algo extra, inmerecido. ¿Por qué se me ha permitido
vivir este día extra, cuando otros, mucho mejores que yo, han muerto? ¿Será
acaso que han cumplido su propósito mientras que el mío está aún inconcluso?
¿Es ésta otra oportunidad de convertirme en el hombre que yo sé que puedo ser?
¿Existe un propósito en la naturaleza? ¿Es éste mi día para distinguirme? Viviré
este día como si fuese el último de mi existencia. Tengo tan sólo una vida, y
la vida nada es sino una medida del tiempo. Cuando malgasto una destruyo al
otro. Si malgasto el hoy destruyo la última página de mi vida. Por lo tanto,
trataré con ternura y afecto cada hora, porque no retornará jamás. No puede
conservarse hoy para ser usado mañana, ¿quién puede atrapar al viento? Asiré
con ambas manos cada minuto de este día y lo acariciaré con afecto puesto que
su valor es incalculable. ¿Qué hombre moribundo puede comprar el hálito de otro
aunque esté dispuesto a dar por él todo su oro? ¿Qué valor asignaré a las horas
que me quedan? Las consideraré inapreciables. Viviré este día como si fuese el
último de mi existencia. Eludiré con ahínco a todo aquello que mata el tiempo.
A la indecisión destruiré con la acción; sepultaré las dudas bajo la fe; el
temor destruiré con la confianza. No escucharé a los labios ociosos; no me
quedaré donde hay manos ociosas; a personas ociosas no visitaré. De aquí en
adelante sabré que el cortejar la ociosidad equivale a robar alimentos, ropas y
calor de aquellos a quienes amamos. No soy ladrón. Soy un hombre que siente
cariño en su corazón y hoy es mi última oportunidad de demostrar mi cariño y mi
grandeza. Viviré este día como si fuese el último de mi existencia. Los deberes
de hoy cumpliré hoy. Hoy acariciaré a mis hijos mientras son niños aún; mañana
se habrán ido, y yo también. Hoy abrazaré a mi mujer y la besaré dulcemente;
mañana ya no estará ni yo tampoco; hoy le prestaré ayuda al amigo necesitado;
mañana ya no clamará pidiendo ayuda, ni tampoco yo podré oír su clamor. Hoy me
sacrificaré y me consagraré al trabajo; mañana no tendré nada que dar, y no
habrá nada que recibir. Viviré este día como si fuese el último de mi existencia.
Y si es mi último día, será mi monumento más grande. Este día haré el mejor de
mi vida. Este día aprovecharé los minutos hasta su máximo. Lo saborearé y daré
gracias. Aprovecharé Indas las horas y a los minutos canjearé solo por algo de
valor. Trabajaré con más ahínco que nunca y exigiré a mis músculos hasta que
pidan el alivio, y aún así continuaré. Haré más visitas que nunca. Venderé más
mercancías que nunca. Ganaré más oro que nunca. Cada minuto de hoy será más
fructífero y fecundo que las horas de ayer. Mi último día deberá ser mi mejor
día. Viviré este día como si fuese el último de mi existencia. Y si no lo es,
caeré de rodillas y daré gracias.
Publico
un artículo cada semana sobre temas de desarrollo personal y espero que este
haya sido de su agrado. (Estos escritos pertenecen al autor Og Mandino).
Hoy
seré dueño de mis emociones. La marea sube; la marea baja. Pasa el invierno y
llega el verano. Declina el verano y aumenta el frío. El sol sale; el sol se
pone. La luna está llena; la luna es negra. Llegan los pájaros; y luego parten.
Florecen las flores; las flores se marchitan. Se siembra la semilla; se recoge
la cosecha. La naturaleza toda es un ciclo de estados de ánimo y yo soy parte
de la naturaleza, y así como la marea, subirán mis estados de ánimo; mis
estados de ánimo bajarán. Hoy seré dueño de mis emociones. Es una de las estratagemas
de la naturaleza, escasamente comprendida, que cada día amanezco con estados de
ánimo que han cambiado desde ayer. El gozo de ayer se convertirá en la tristeza
de hoy; sin embargo la tristeza de hoy pasará a ser el gozo del mañana. Dentro
de mí hay una rueda, que cambia constantemente de la tristeza al gozo, de los
transportes de alegría a la depresión, de la felicidad a la melancolía. A igual
que las flores, los capullos de gozo de hoy se marchitarán y abatirán, y sin
embargo recordaré que las flores secas de hoy llevan la semilla del pimpollo
del mañana; así también la tristeza de hoy contiene la simiente del gozo del
mañana. Hoy seré dueño de mis emociones. ¿Y cómo dominaré estas emociones para
que cada día sea productivo? Porque a menos que mi estado de ánimo sea el
correcto, mi vida será un fracaso. Los árboles y las plantas dependen del
tiempo para florecer, pero yo elaboro mi propio tiempo, que digo, lo llevo
conmigo. Pero si yo les ofrezco a mis clientes lluvia y lobreguez y tinieblas y
pesimismo, reaccionarán con tristeza, tinieblas y pesimismo y no me comprarán
nada. Si les ofrezco gozo y entusiasmo y claridad y alegría a mis clientes,
reaccionarán con gozo y entusiasmo, claridad y alegría, y mi tiempo me
producirá una cosecha de ventas y un granero de oro. Hoy seré dueño de mis
emociones. ¿Y cómo dominaré a mis emociones para que todos los días sean días
felices y productivos? Aprenderé este secreto de los siglos: Débil es aquel que
permite que sus pensamientos controlen sus acciones; fuerte es aquel que
compele a sus acciones que controlen sus pensamientos. Todos los días cuando
despierto seguiré este plan de batalla antes de ser capturado por las fuerzas
de la tristeza, de la autocompasión y del fracaso: Si me siento deprimido
cantaré. Si me siento triste reiré. Si me siento enfermo redoblaré mi trabajo.
Si siento miedo me lanzaré adelante. Si me siento inferior vestiré ropas
nuevas. Si me siento inseguro levantaré la voz. Si siento pobreza pensaré en la
riqueza futura. Si me siento incompetente recordaré éxitos del pasado. Si me
siento insignificante recordaré mis metas. Hoy seré dueño de mis emociones. De
aquí en adelante, sabré que sólo aquellos con habilidad inferior podrán estar
siempre a su nivel más alto, y yo no soy inferior. Habrá días cuando tenga que
luchar constantemente contra fuerzas que me desgarrarían. Aunque el desánimo y
la tristeza son fáciles de reconocer, hay otros que se nos aproximan con una
sonrisa y con un amistoso apretón de manos pero también pueden destruirnos. Contra
ellos, también, debo estar siempre alerta: Si se apodera de mí la confianza excesiva,
recordaré mis fracasos. Si me siento inclinado a entregarme con exceso a la
buena vida, recordaré hambres pasadas. Si siento complacencia, recordaré mis
competidores. Si disfruto de momentos de grandeza, recordaré momentos de
vergüenza. Si me siento todopoderoso, procuraré detener el viento. Si alcanzo
grandes riquezas, recordaré una boca hambrienta. Si me siento orgulloso en
exceso, recordaré un momento de debilidad. Si pienso que mi habilidad no tiene
igual, contemplaré las estrellas. Hoy seré dueño de mis emociones.
Y con
este nuevo conocimiento comprenderé también y reconoceré los estados de ánimo
de aquel a quien visite. Toleraré su enojo y su irritación de hoy porque no
sabe el secreto de dominar su mente. Puedo resistir sus saetas e insultos
porque ahora sé que mañana cambiará y será un gozo visitarlo. No juzgaré más a
un hombre por una sola visita; no dejaré jamás de visitar de nuevo mañana a
aquel que hoy me demuestra odio. Hoy no comprará carrozas de oro por un
centavo, y sin embargo mañana canjeará su casa por un árbol. El conocimiento
que tengo de este secreto será la llave que me abre las puertas de la riqueza.
Hoy seré dueño de mis emociones. De aquí en adelante reconoceré e identificaré
el misterio de los estados de ánimo de toda la humanidad, y en mí. Desde este
momento estoy preparado para dominar cualquier tipo de personalidad que se
despierta en mí todos los días. Dominaré mis estados de ánimo mediante una
acción positiva, y cuando haya dominado mis estados de ánimo, controlaré mi
destino. Hoy controlo mi destino, y mi destino es el de convertirme en el
vendedor más grande del inundo. Seré dueño de mí mismo. Seré grande.
Publico
un artículo cada semana sobre temas de desarrollo personal y espero que este
haya sido de su agrado. (Estos escritos pertenecen al autor Og Mandino).
EL PERGAMINO NÚMERO SIETE
Me
reiré del mundo. Ningún ser viviente puede reírse, con la excepción del hombre.
Los árboles tal vez se desangren cuando son heridos, y las bestias del campo se
quejarán de dolor y de hambre, y sin embargo sólo yo tengo el don de la risa y
es un don que puedo usar cuando quiero. De aquí en adelante cultivaré el hábito
de la risa. Sonreiré y mi digestión mejorará; me reiré y mis cargas serán
aliviadas; me reiré y mi vida será alargada, porque éste es el gran secreto de
la larga vida y es ahora mío. Me reiré del mundo. Y especialmente, me reiré de
mí mismo porque el hombre es lo más cómico cuando se toma demasiado en serio.
Nunca caeré en esta trampa de la mente. Porque aunque sea el más grande milagro
de la naturaleza, ¿no soy aún un mero grano de
arena sacudido por los vientos del tiempo? ¿Sé en realidad de dónde vine
y a dónde voy? ¿Mi preocupación por este día no parecerá nada dentro de diez
años? ¿Por qué permitiré, que los acontecimientos insignificantes del hoy me
perturben? ¿Qué puede acontecer antes de que se ponga este sol que no parecerá
insignificante en el río de los siglos? Me reiré del mundo. ¿Y cómo me reiré
cuando me confronta un hombre o acciones que me ofenden y que provocan mis
lágrimas y maldiciones? Tres palabras aprenderé a repetir hasta que se
conviertan en un hábito tan fuerte que inmediatamente aparecerán en mi mente
siempre que el buen humor amenace apartarse de mí. Estas palabras, transmitidas
por los antiguos, me harán triunfar en la adversidad y mantendrán mi vida en
equilibrio. Estas tres palabras son: Esto pasará también. Me reiré del mundo. Porque
todas las cosas mundanales cesarán, cuando me sienta profundamente acongojado me consolaré
pensando que esto pasará también; mando me sienta orgulloso del éxito me
advertiré que esto pasará también. Cuando me sienta oprimido por la pobreza me
diré que esto pasará también; cuando esté agobiado de riquezas Recordaré que
esto pasará también. Ciertamente, ¿dónde está aquel que edificó la pirámide?
¿No está sepultado dentro de sus piedras? ¿Y la pirámide algún día no quedará
sepultada bajo la arena? ¿Si todas estas cosas pasarán, por qué debo
preocuparme del hoy? Me reiré del mundo. Pintaré este día con risas; pondré
marco a esta noche con una canción. Nunca trabajaré para ser feliz; más bien
trabajaré con ahínco para no estar triste. Disfrutaré hoy de la felicidad de
hoy. No es grano para ser almacenado en una caja. No es vino a guardarse en una
vasija. No puede conservarse para mañana. Debe sembrarse y cosecharse el mismo
día y esto haré de hoy en adelante. Me reiré del mundo. Y con mi risa todas las
cosas quedarán reducidas a su justa medida. Me reiré de mis fracasos y se
desvanecerán en nubes de nuevos sueños; me reiré de mis éxitos y quedarán reducidos
a su verdadero valor. Me reiré del mal, que sucumbirá sin ser probado. Me reiré
de la bondad, y ésta prosperará y abundará. El día será triunfante sólo cuando
mis sonrisas provoquen sonrisas en otros, y esto lo hago por interés, porque
aquellos a quienes les hago mal gesto no compran mis mercancías. Me reiré del
mundo. De aquí en adelante derramaré solo lágrimas de sudor, porque las
lágrimas que nacen de la tristeza, del remordimiento, de la frustración no
tienen valor en el mercado, mientras que cada sonrisa puede ser canjeada por
oro y cada palabra bondadosa, hablada desde el corazón, puede edificar un
castillo. Nunca permitiré que me vuelva tan importante, tan sabio, tan grave y
reservado, tan poderoso, que me olvide de reírme de mí mismo y de mi mundo. En
este asunto seguiré siempre siendo un niño, porque solo como un niño se me ha
otorgado la habilidad de admirar a los demás; y mientras admire a otro nunca me
formaré una opinión excesiva de mí mismo. Me reiré del mundo. Y mientras pueda
reírme no seré jamás pobre. Este es entonces uno de los mayores dones de la
naturaleza, y no lo malgastaré más. Solo con la risa y la felicidad puedo
convertirme en un verdadero éxito. Sólo con la risa y la felicidad puedo
disfrutar de los frutos de mi trabajo. Si no fuera así, sería mejor que
fracasara, porque la felicidad es el vino que afina el gusto de la comida. Para
disfrutar del éxito debo tener felicidad, y la risa será la doncella que me
sirve. Seré feliz; tendré éxito; seré el más grande vendedor que el mundo ha
conocido.
Publico
un artículo cada semana sobre temas de desarrollo personal y espero que este
haya sido de su agrado. (Estos escritos pertenecen al autor Og Mandino).
EL PERGAMINO NÚMERO OCHO
Hoy
multiplicaré mi valor en un ciento por ciento. Una hoja de morera tocada por el
genio del hombre se convierte en seda. Un campo de arcilla tocado por el genio
del hombre se convierte en un castillo. Un ciprés tocado por el genio del
hombre se convierte en un santuario. Un vellón de lana tocado por el genio del
hombre se convierte en un manto para un rey. Y si es posible que las hojas y la
arcilla y la madera y la lana multipliquen su valor en un ciento por ciento,
qué digo, en un mil por el hombre, ¿no puedo hacer lo mismo con la arcilla que
lleva mi nombre? Hoy multiplicaré mi valor en un ciento por ciento. Soy como el
grano de trigo a quien le confrontan tres futuros. El trigo puede ser puesto en
una bolsa y arrojado en un chiquero para alimentar a los puercos. O puede
molerse y convertirse en harina y luego en pan. O puede sembrarse en la tierra
para que crezca hasta que sus espigas de oro produzcan mil granos de uno. Soy
como un grano de trigo, con una diferencia. El trigo no puede escoger ser de
alimento para los puercos, molido para el pan, o plantado para que se
multiplique. Yo tengo la facultad de elección y no permitiré que mi vida sea
alimento de los puercos ni dejaré que sea molida bajo las piedras del fracaso y
la desesperación, y así quebrantado, ser devorado por la voluntad de otros. Hoy
multiplicaré mi valor en un ciento por ciento. Para que crezca y se multiplique
es necesario plantar el grano de trigo en la oscuridad de la tierra, y mi
fracaso, mi desesperación, mi ignorancia y mis inhabilidades son la oscuridad
en la cual he sido plantado a fin de madurar. Ahora, como el grano de trigo que
brotará y fructificará solo si es nutrido por la lluvia y el sol y los vientos
tibios, yo también debo nutrir mi cuerpo y mi mente para cumplir mis sueños.
Pero para crecer hasta llegar a su plenitud el trigo debe esperar los caprichos
de la naturaleza. Pero yo no necesito esperar porque tengo el poder para
escoger mi propio destino. Hoy multiplicaré mi valor en un ciento por ciento. ¿Y
cómo lograré esto? Primeramente fijaré metas para el día, la semana, el mes, el
año y mi vida. Así como la lluvia debe caer antes de que el grano de trigo
rompa su cáscara y germine, así yo también debo tener metas y objetivos para
que mi vida cristalice. Al fijarme metas recordaré mis mejores trabajos del
pasado y los multiplicaré en un ciento por ciento. Este será el nivel según el
cual viviré en el futuro. Nunca me preocuparé de que mis metas sean demasiado
elevadas, puesto que ¿no es mejor acaso apuntar mi lanza a la luna y herir solo
a un águila que apuntar mi lanza al águila y pegarle solo a una roca? Hoy
multiplicaré mi valor en un ciento por ciento.
La
magnitud de mis metas no me asombrará aunque quizá tropiece antes de
alcanzarlas. Si tropiezo me levantaré de nuevo y mis caídas no me preocuparán
porque todos los hombres deben de tropezar con frecuencia antes de llegar a su
hogar. Sólo el gusano está libre de la preocupación de tropezar. Y yo no soy
gusano. No soy una cebolla tampoco. No soy una oveja. Soy hombre. Que otros
construyan una cueva con su arcilla. Por mi parte construiré un castillo con la
mía. Hoy multiplicaré mi valor en un ciento por ciento. Y así como el sol debe
calentar la tierra a fin de producir la plantita de trigo, así también las
palabras de estos pergaminos calentarán mi vida y convertirán mis sueños en
realidad. Hoy sobrepasaré toda acción que realicé ayer. Subiré a la montaña de
hoy con toda la habilidad que tengo, y sin embargo mañana subiré más alto que
hoy, y el día siguiente más alto que ayer. El sobrepasar los hechos de los
otros carece de importancia; el sobrepasar mis propios hechos es lo que
significa todo. Hoy multiplicaré mi valor en un ciento por ciento. Y así como
el viento caliente hace madurar
el trigo, los
mismos vientos llevarán
mi voz a aquellos que me escucharán y mis palabras les anunciarán mis
metas. Una vez pronunciado, no me atrevo a revocar lo que he dicho por temor a
la humillación. Seré como mi propio profeta, y aunque todos se rían de mis
declaraciones, oirán mis planes, conocerán mis sueños. Y de esta manera no
habrá escape para mí hasta que mis palabras se conviertan en hechos realizados.
Hoy multiplicaré mi valor en un ciento por ciento. No cometeré el terrible
crimen de apuntar demasiado bajo. Realizaré la labor que un fracasado no
realizará. Siempre extenderé mi brazo más allá de lo que está a mi alcance. No
quedaré nunca contento con mi actuación en el mercado. Siempre ampliaré mis
metas tan pronto como las haya alcanzado. Procuraré siempre hacer que la próxima
hora sea mejor que ésta. Proclamaré siempre mis metas al mundo. Y sin embargo,
nunca proclamaré mis éxitos. Que el mundo en cambio se me acerque con alabanza
y que tenga yo la sabiduría de recibirlo con humildad. Hoy multiplicaré mi
valor en un ciento por ciento. Un grano de trigo cuando se multiplica en un
ciento por ciento producirá cien tallos. Multiplique éstos en un ciento por
ciento, diez veces, y alimentarán a todas las ciudades del mundo. ¿No soy yo
más que un grano de trigo? Hoy multiplicaré mi valor en un ciento por ciento. Y
cuando haya realizado esto, lo repetiré de nuevo, y de nuevo, y se producirá el
asombro a la maravilla ante mi grandeza, en circunstancias que las palabras de
estos pergaminos se cumplen en mí.
Publico
un artículo cada semana sobre temas de desarrollo personal y espero que este
haya sido de su agrado. (Estos escritos pertenecen al autor Og Mandino).
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